Llueve intensamente. Apenas se distingue nada en la penumbra de la escena; sólo los faros temblorosos de un coche detenido en mitad de la selva y el sonido inquietante de las gotas sobre el capó.
De repente, un estruendo sordo hace vibrar la tierra. En un instante, dos ojos diminutos surgen de entre el follaje y se agrandan en un intenso resplandecer amarillo: es el muy temido Tiranosaurio Rex. Su silueta imponente, como un monumento apenas delineado por la lluvia, revela las fauces entreabiertas de una criatura que ya no pertenece a este tiempo. Avanza; se aproxima con una lentitud aterradora (…) Y justo en el momento en que alza la cabeza, de sus fauces emerge un rugido que se funde con un estruendoso clúster orquestal: metales y percusión estallan como un estrépito sinfónico que atraviesa la sala, haciendo vibrar el suelo, el aire y al público, que por un momento había olvidado que en realidad se trata de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, recreando junto a una pantalla de proporciones cinematográficas una de las escenas más icónicas de Jurassic Park.